¿Te ha sucedido (o te sucede) que por más que los demás te hagan saber con su reconocimiento de tu positiva intervención no lo admites como tal, o al menos, no lo aceptas en la medida que los otros si lo hacen?

Esta situación es propia de personas con tendencia a lo que las psicólogas Pauline Rose Clance y Suzanne Imes decidieron llamar el “síndrome del impostor». Al parecer, siete de cada diez personas han experimentado y experimentan esta sensación en algún momento de su vida.

Esta circunstancia nos puede suceder cuando mostramos dificultades por reconocer los éxitos alcanzados y, en consecuencia, en lugar de “hacer nuestros” estos logros, se los atribuimos a otros o a factores externos.

Es curioso que esta designación del impostor sea empleada solo en este caso pues, asimismo, la persona que se atribuye la influencia y la causa del éxito, cuando no le corresponde, también es en cierta manera un impostor.

Algunas de las características propias de la persona que se encuentra en el síndrome del impostor son:

  • Tendencia al perfeccionismo.
  • Dificultad para recibir tanto las críticas como los elogios.
  • Sentimiento de no verse tan competente como los demás lo ven.
  • Vivir desde la sensación de no ser suficiente.
  • Tener miedo tanto del éxito como del fracaso.